Violación de moteros

No sé como hemos llegado hasta aquí, cariño, pero esto ya no tiene vuelta atrás. Los dos lo sabemos y ninguno de los dos lo quiere. No queremos volver a tras. Los dos lo sabemos desde aquel día en el que viajábamos a casa de unos amigos por una carretera de la sierra y se nos estropeó el coche. Lo aparcaste en un lateral y esperamos a que llegara la grúa, pero antes llegaron cuatro moteros que se ofrecieron a ayudarnos. Aunque la ayuda no fue la que esperábamos porque sacaron las navajas y nos amenazaron con ellas.

Fue entonces cuando a ti te desnudaron, te ataron a un árbol y luego me cogieron a mi para magrearme, tocarme las tetas, meterme la mano en el coño bajo la falda y acariciarme por todo el cuerpo. Te puedes imaginar cómo me sentí manoseada por ocho manos, magreada por cuatro rudos tíos que me trataban como una puta, como una zorra. A una chica educada y fina como yo.

Sentía repugnancia, es cierto. Al principio. Sobre todo al principio, en el primer momento, cuando ya me rompían las ropas con las navajas y dejaban mis tetas, mis muslos y mi coño y culo completamente desnudos.

En ese momento sentí repugnancia, pero algo pasó en mi cerebro que me hizo cambiar de actitud,  porque inexplicablemente comencé a excitarme. Mi coño comenzó a rezumar los jugos de una extraña excitación;  sobre todo cuando te miré, te vi desnudo atado al árbol  y con la polla dura.

Porque inexplicablemente tú tenías la polla dura mientras veías como violaban a tu mujer. E inexplicablemente yo tenía el coño mojado, por lo que ya no recuerdo qué paso, pero al final terminé chupando pollas, follándomelos a todos y dejándome magrear sin oponer ninguna resistencia. Ninguna. Tú lo sabes porque me mirabas con la polla dura.

Y yo ya no daba abasto, me metí las pollas en la boca a pares, gritaba que me follaran, que me follaran las tetas, el culo, el coño y hasta los agujeros de las orejas. Folladme, les suplicaba. No dejéis ningún agujero sin polla, les imploraba, mientras tú mirabas atónico. Pero con la polla durísima, como jamñas te la había visto..

Se corrieron varias veces sobre mis tetas, mi coño, mi cara, mi pelo. Me dejaron hecha polvo, con las ropas rotas y todo el cuerpo lleno de semen, pero inexplicablemente cuando nos rescataron no denunciamos a los moteros.

No sé qué ocurrió, pero no los denunciamos. Es extraño, ahora que lo pienso, pero no lo hicimos. Ninguno de los dos denuncio. Y no sabemos quién de los dos les dio a ellos una tarjeta con nuestro domicilio y nuestro teléfono.

Porque al fin de semana siguiente vinieron al chalé en las afueras en el que vivíamos, llamaron, entraron y se fueron directamente a por mi para volver a tratarte como una puta, como una zorra. Como su puta, como su zorra. A ti ni te ataron.  Se conoce que sabían que no harías nada. Te vistieron de doncella, eso sí, y te obligaron a traerles bebidas, tabaco o condones.  Nos hicieron fotos, ¿te acuerdas?

Y luego a mi  cogieron en volandas y  me metieron mano, rompieron mis  ropas y me follaron y follaron durante toda la coche. Se fueron turnando. Y tú, incluso, querido marido, les chupabas y lamías los huevos. Cuando amaneció estaba tendida en el suelo, llena de semen, con el coño escocido y con una cara pletórica de felicidad. Eso me dijiste. Tú  también estabas cansado: te habías masturbado no sé cuántas veces y te habías corrido otras tantas mirando como me trataban como una puta sumisa completamente entregada.

Desde entonces vienen todos los fines de semana a por mi (a ti ya te dejan aparte) y me llevan a un club de carretera en el que me prostituyen durante todo el fin de semana. Se quedan el dinero, claro, y además me follan. Y cuando regreso a casa el lunes por la mañana llena de semen te lo cuento todo. Con detalle. Qué me han hecho y sobre todo qué he hecho, porque ya sabes  que soy yo la que toma la iniciativa. Últimamente me traen a casa azotada y todo, con el culo lleno de trallazos rojos, pero cuando me  pasas una crema para curame doy gemiditos de placer. Se nota que me gusta. Eso me dices.

Aunque tú también disfrutas, amor, porque  a ti te dejan en casa con   travestí dominante que te usa y folla a sus anchas, mientras a mi te zorrean en el puticlub. Incluso te  llamo y te pregunto cómo tienes la boca de tanto chupar  la del travestí, si te han salido llagas.

Tú me dices que no, pero mientras hablamos el travestí suele azotarte el culo y acariciarte la polla. Te  ha convertido en su puta sumisa. Lo sé por los gemiditos y suspiros que das de placer.

E incluso te  gusta que te ponga peluca, te maquille como una puta y te haga pasar por hembra salida, como zorra. Y además se ríe de tu pene, te  dice que tú  no tienes pene, sino un pito ridículo que no puede satisfacer a una mujer y que por eso  cuando encontré a unos buenos machos me di a lo de puta porque ya no podía más. Eso me dice él cuando me llama para contarme cómo estás. 

Respuesta: Acabo de leer tu correo electrónico, mi querida esposa, pero tengo que dejarte porque   se me cae la peluca al escribirte este correo en el ordenador. Y el travestí acaba de llegar de la cocina y me quiere meter la polla en la boca. Dice que mientras se la chupo me va a contar lo que te están haciendo a ti en el puticlub, como te chulean, como te zorrean y te tratan como una puta zorra y perra guarra, que es lo que se supone que eres. Y yo digo que sí, y le chupo la polla procurando que no se me caiga la peluca tan mona que me ha puesto.

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